Pueblo mío querido
que en ti nací y me crié,
noventa casas de adobes
y la casa del marqués,
un hotel a las afueras
llamado Los Cinco Pinos.
Otro hotel en medio
del pueblo, que era grande y bonito,
una ermita de San Roque
y un Santo Cristo en el medio.
Una iglesia muy bonita
con un órgano y un sacristán
que cantábamos la misa.
Escuelas y Ayuntamiento
y esa Olma bonita y grande
que era nuestro embeleso,
una huerta… de los Maudes.
Una noria, un borrico
con la cara bien tapada
dando vueltas a la noria,
y un anciano con vara
dándole buenos palos
para que sacara agua.
Con su puente y su río Duero,
una estación con su tren
que llevaba a los vecinos;
todo esto tenía…
cuando yo nací, en mi pueblo.
De esto hace ya, muchos años
que he vivido,
largo por muchas penas,
corto por lo poco vivido.
En él tomé mi Primera Comunión,
el día más feliz de mi vida,
cuántas ilusiones albergué
en mi corazón de niña.
En él conocí mis amores,
en ti me case dos veces.
En él tuve mis hijos
que fueron nuestra alegría.
El pueblo ya no es el mismo,
las calles están asfaltadas
con casas bonitas y grandes.
La gente ya no es la misma,
con aquel amor sincero,
ya existe odio y rencores
de una guerra ya pasada
y aquel pueblo…
pueblo pequeñito,
lleno de paz y esperanza
para todos los mayores,
está lleno de nostalgia.
Pero mi pueblo existe
en mi mente y en mi alma.
¿Quién me sacará de ti…?
Sabiendo que con mis penas
y alegrías quiero reunirme
con ellos, que pasaron a otra vida.
Y que conmigo se irán los recuerdos
de mi vida… y de mi pueblo de
Quintanilla.
ANASTASIA ROJO MARTÍN
(1909 – 2003)
Pintura de una nieta de la autora
del puente sobre el Duero (s. XVI).